El primer consejo es limpiarse siempre los dientes antes de empezar a tocar; podemos imaginar el aire que ponemos en clarinete como un río que fluye y que deposita lo que transporta donde encuentra obstáculos o deviaciones; por eso tenemos que hacer asegurarnos que nuestro río (compuesto en nuestro caso de aire y saliva) sea lo más limpio posible.
Personalmente prefiero dejar la boquilla un poco húmeda en lugar de pasar siempre el trapo, porqué la humedad que queda no le molesta a diferencia del continuo passar del trapo que puede variar la cámara interior de la boquilla.
Utilizar siempre trapos lo menos abrasivos posible (gamuza, seda…) y evitar de utilizar el del clarinete si es demasiado grande.
No apoyar nunca el plano de la boquilla en superficies abrasivas, tampoco sobre una simple hoja de papel y ponerlo siempre con caña y abrazadera apenas apretada para proteger la parte más delicada.
Mas o menos cada quince días hacéis fluir agua a temperatura ambiente dentro de la boquilla y con un algodón mojado quitáis eventuales residuos; si persisten podéis diluir una gota de jabón neutro en medio litro de agua y repetir el tratamiento; no utilicéis nunca agua caliente y productos agresivos.
Es útil también hacer un ajuste periódico por el artesano, como si fuera una revisión, más o menos cada año, pero el tiempo varia mucho de caso a caso, según las horas tocadas, el tipo de abrazadera usada y con cuanto cuidado mantenemos la boquilla.